viernes, 25 de septiembre de 2009

Rufino Blanco Fombona.



Rufino Blanco Fombona, fue quizás uno de los primeros Anarquistas Bolivarianos de nuestra historia y sin duda el más satírico de todos.

Estando en España, en 1919, edita algunas de las obras de Rafael Barrett en la Editorial Americana.

De Nietzche, afirmaba “que tiene la ferocidad y el ímpetu de un oso que raciocina”; Y a pesar de comulgar con el anarquismo, y de ver en este la posibilidad de alguna futura revolución para el mundo, no se sentía un utopista, llegando a afirmar “A quien yo no puedo ver ni en pintura es al fatal utopista de Tolstoy.”

Rufino Blanco Fombona, despreciaba la farsa del sufragio y despreciaba especialmente y con increíble virulencia a los imperios e imperialismos, sobre todo a los ingleses y norteamericanos.

En fecha tan temprana como los primeros años del siglo XX, ya llamaba Yanquilandia a los Estados Unidos de Norteamérica; el país sin nombre, como también solía llamarlos;

De quienes decía: en “Pueblo Feliz.” Publicado en 1915 en “La Lámpara de Aladino” de la Editorial Renacimiento, lo siguiente:

“Los Estados Unidos representan, por su salud, su alegría, su potencia, el mayor esfuerzo que ha hecho sobre la tierra la mediocridad. Los Estados Unidos son la más alta pirámide del miedo, de la estupidez, del respeto á las leyes, del igualitarismo, de la hipocresía, del mal olor”



Como parte de mi investigación sobre la intuición libertaria en la historia de Venezuela, me acerqué ayer por la Biblioteca Nacional; y en P2, la sección de libros raros, Biblioteca Arcaya, tuve la fortuna de tener en mis manos un ejemplar de “La Lámpara de Aladino”

En las páginas 402-405 se tiene un texto bajo el nombre de “Los anarquistas”; donde celebra el atentado contra McKinley que realizara el anarquista de origen polaco Leon Czolgosz el 6 de septiembre, ocasionando la muerte de McKinley ocho días después, el 14 de septiembre de 1901.

El texto de Rufino Blanco Fombona fue escrito el 8 de septiembre en su diario, antes de la muerte de McKinley (es por ello que llama al atentado “conato de muerte”). Dicho texto es de suma importancia para el anarquismo nuestroamericano de hoy, donde se instalan bases militares norteamericanas en Colombia, pues evidencia que esa pretensión imperialista de poner a pelear a nuestros pueblos hermanos de Colombia y Venezuela, no es una cosa para nada nueva…

Los Anarquistas

“Mi parlero y amable fígaro viene todos los días, á cosa de las nueve, á despertarme y á afeitarme. Es de una puntualidad cronométrica. Y de sus labios sé yo, al abrir los ojos, cuanto de escandaloso, de interesante ó de tonto simplemente corrió por Ámsterdam la noche pasada.

El barbero es mi diario de la mañana.

Así es como supe ayer mañana el conato de muerte contra Mac Kinley.

No pude menos que soltar rienda á mi alegría. Odio á Mac Kinley porque es un conquistador sin correr peligros, un asesino de levita; porque ha abierto la ambición del imperialismo yanqui, porque sus manos de verdugo señalan á la codicia del Norte nuestra gran patria de Hispano-América. Lo abomino porque humilló á nuestra raza, humillando á España. Lo odio porque es odioso. Nunca bala fue mejor dirigida.

Que sus carnes laceradas sepan del plomo; que sepa de tragedia el hombre que la ha desencadenado –desde el seguro de su escritorio- en Filipinas, en Cuba, sobre el mar.

No contento con la sangre que ha vertido, tiene la vista al Sur, y allá van sus cañones adonde van sus ojos de presa. ¿Qué tiene ese hombre que hacer con las disputas de hermanos entre Venezuela y Colombia? ¿Por qué el bandido trata de espolvorear mostaza sobre nuestras heridas? ¿A qué nos tiende el hipócrita su mano ensangrentada? Esa mano tendida, ¿No nos quiere estrangular? ¡Que es patriota, que desea el predominio de su país! Nosotros también lo somos, y queremos la independencia del nuestro.

Hoy he leído la prensa. El castigo se llevó á término en la Exposición Pan-americana de Búfalo, y esa admirable acción es obra de un anarquista de origen polaco. Se apellida Czogolcz.

Para los anarquistas, hombres sublimes que representan algo nuevo en la humanidad, es necesario asimismo inventar una palabra nueva.




No son mártires, no son héroes. Son algo más noble y mayor que héroes y mártires.

Los héroes exponen la vida por amor de gloria. Grandes ambiciones suelen tener. Almas turbulentas, que al servicio de malas causas pudieran parecer como meros bandidos y que, consagrados á una idea –y con la aspiración del poder ó del renombre-, llagan á todo, hasta al sacrificio: tales son los héroes. En resumen, sólo obedecen á su temperamento de acometividad. Nadie, sino el propio impulso, les obliga al heroísmo.

El anarquista, en cambio, á menudo pasivo, casero, dulce, constriñe su naturaleza y corre á sacrificar –y á sacrificarse- movido por más generoso altruismo, en beneficio de los que sufren.

Los héroes, generalmente obran en compañía. En el momento de cumplir sus actos dan y reciben influencias, cosa que no acontece al anarquista, que por lo regular afronta el peligro solo. Los hombres crecen en energías cuando se juntan para el crimen, como lo constata Escipión Sighele. Si el instinto criminal se despierta y acrece con la junta de malhechores, también se despiertan y acrecen en la colectividad el contagio, el miedo, la tristeza, el valor.

Por donde se mira que un héroe –que generalmente obra en compañía- es menos grande que un anarquista, casi siempre único en la aventura.

Por otra parte, mientras mayor sea la bravura de los héroes, más probabilidades tienen de triunfo. El anarquista, por al contrario, consuma con su hazaña su ruina. Para él fueron escritas las palabras del clásico: << No matará al tirano el que primero no decrete su muerte que la del tirano>>

Cuanto á los mártires de las religiones, son las más interesadas de las víctimas. No los mueve sino egoísmo acendrado. Considerando el mundo como un destierro, la vida como un castigo y la muerte como una liberación, afrontan el sufrimiento de un instante por gozar la gloria eterna.





De entre los mártires de la ciencia, algunos sí pueden equipararse, en cierto modo, con los hombres admirables del anarquismo: Giordano Bruno, verbigracia que murió en plenitud juvenil y de talento, después de andar errante por el mundo, víctima de atroces persecuciones de la Iglesia. Hundido por largos años –los ocho últimos de aquel grande hombre- en los Plomos de Venecia y en las prisiones romanas, prefirió el martirio y el quemadero á la retractación. La iglesia lo convidaba con la vida, caso de abjurar su fe científica, y no aceptó la vida.

El anarquismo hará carrera. Sus gérmenes fructifican en el corazón del género humano. Dando y quitando vidas se esboza la grande obra del porvenir. La dignidad, desterrada hoy del mundo, se ha refugiado en esos corazones anarquistas.

Yo estoy, orgulloso de ser contemporáneo de tales hombres, ya que he tenido la desgracia de nacer cuando Mercurio es dios sin ateos, cuando Cartago vence á Roma, cuando los ingleses andan sueltos por el mundo pillando y asesinando, cuando los yanquis, á caballo en un cerdo, parten á conquista”




En noviembre de 1901 escribió en su diario unas palabras donde nos expone la forma y dimensión de su “patriotismo”, donde también, a pesar de sentirse cercano a los europeos, cuestiona esa pretensión “civilizadora” de Europa, civilizadores a cañonazos, sangre y fuego. En ese mismo texto nos habla de que el anarquismo se encuentra en el futuro, en la forma de una revolución planetaria por venir, una suerte de revolución francesa a nivel global y que involucre a toda la humanidad. También se alza contra ese Darwinismo social, muy en boga por ese entonces, donde, según la ciencia de su tiempo (que medía cráneos para intentar probar una superioridad que no existe), los fuertes se imponían a los débiles por supuesta ley natural. En este texto también revindica lo lúdico como agente subversivo “Es mejor divertirse…/…, moverse en todas direcciones como si en realidad se fuese libre” al tiempo que nos recuerda, como hoy lo hace el buen Walter Martínez, que todos nos encontramos juntos en este mismo barco, en esta “nave espacial” que de naufragarla, todos seremos los ahogados:

15 de noviembre

“Ayer he escrito furioso al periódico Le Temps, de París, que insultó a Venezuela. No soy un patriotero, un declamador, uno de esos espíritus mediocres que fuera de su país no aman a ningún pueblo. No imito a ciertos hombres cuyo afecto no trasciende más allá de los hijos y que empiezan a odiar a la humanidad en los nietos.

El Amor de mi patria es una forma de la compasión generosa, de la ternura, de la inclinación que abrigo por los débiles. Lo que odio es la fuerza bruta y brutal. Si yo fuera inglés, predicaría la desmembración del Imperio.

Se habla de libertad inglesa. Ved la fórmula de la Gran Bretaña: libertad para sí; esclavitud para los demás.

Ese antihumano espíritu inglés informa hoy la política internacional de las grandes potencias.

De ahí el odio que me inspiran. Pero ese odio ¿No es el reverso de un dilatado y desbordante amor? Me comprendo más cerca del cristiano europeo que del chino, del turco, del afghan, del isleño de Samoa, del indio de Pandjab, del negro Somalí o de no importa qué morador ignorado de no importa qué isla perdida en los mares remotos.

Sin embargo, me sublevo a la vista de estos civilizadores a sangre y fuego; de esta Europa que propaga el cristianismo a cañonazos; y solicita mercados metiendo inermes y felices pueblos de las antípodas.

El mercantilismo europeo del siglo XX procede como la fe católica en al siglo XVI: exorciza, tortura, quema o empala en nombre de la salvación de sus víctimas.
¿Cuándo sonará para los débiles la hora del desquite y del triunfo? Mientras tanto Europa grita el grito de Breno: “¡Ay de los vencidos!”

Espero que en lo futuro que el anarquismo amplificando sus ideales y su credo, someta a la expiación lo mismo a los hombres de la conquista que a los hombres del Trust. Cecil Rodhes y Chamberlain ¿No ameritan la muerte? En todo caso el anarquismo, tal como existe hoy, no es sino mero esbozo de la gran revolución francesa de la humanidad, revolución que está por venir.




Entonces los Mac Kinley serán suplicados, no solamente por haber reducido a los hombres a la miseria, sino por haberlos reducido a la miseria y esclavitud. Se castigará a los poderosos en nombre de la gente sin pan y de la gente sin patria.

La ciencia pueda argüir a mis votos recordando que en todos los órdenes de la naturaleza los más débiles perecen al contacto con las más fuertes. Las religiones acaso pronuncian sus viejas palabras de lenitivo: sumisión, resignación.

Pero a las religiones y a la ciencia mi sentimentalismo les pregunta ¿Los débiles, que somos tantos, hemos de resignarnos a la fatalidad e ir como las vacas al matadero? ¿No hemos de alimentar ninguna rosa de ilusión? ¿No es noble el gesto del luchador? El sembrador de ideales ¿merece el menos precio?

Es mejor proceder como los tripulantes de un navío. Es mejor divertirse durante el viaje, moverse en todas direcciones como si en realidad se fuese libre.

Además, navegantes de este obscuro navío que se llama la tierra somos grandes y chicos; ¿No estamos corriendo todos el mismo azar del naufragio? ¿Qué impero podrá salvarse en un arrecife de estrellas?”

1 comentario:

Enrique dijo...

Saludos...bueno el texto sobre Rufino y las citas que hacen...! Bueno también el cochinito tanque y su tio sam....

Abrazos...