martes, 27 de febrero de 2007
27 de Febrero: Día en que vivimos la Anarquía.
El Guarenazo, mal llamado caracazo, fue el explotar espontáneo de un pueblo harto de tanta humillación y de tanto saqueo, fue una suerte de reedición de la rebelión popular de 1814, fue la primera muestra contundente de rechazo contra el neoliberalismo, el naciente ALCA y el paquete de medidas diseñadas por el Fondo Monetario Internacional. Esa fue la chispa que encendió la revolución Bolivariana, la cual a su vez prepara el terreno para la rebelión de este continente.
El 27 de Febrero de 1989 el pueblo venezolano hizo suyas las calles, no se respetó más a la autoridad ni a la propiedad privada; El pueblo venezolano, colectivamente y sin convocatoria alguna desmontó, con su sabia intuición, todo el discurso del poder y del orden establecido. Ese día vivimos la anarquía.
Por unas semanas el pueblo se declaró en rebeldía y fue el triunfo de la espontaneidad y de la autoorganización. Lo que empezó como pequeños focos de disconformidad se fueron retro alimentando naturalmente hasta volverse una explosión social incontenible y autoorganizada.
No hubo jerarquías de ningún tipo, no hubo un alto mando, no hubo una sola cabeza de la que emanara el plan, no hubo jefes, líderes, dirigentes ni seguidores; Solo un pueblo, alzado, montaraz, ingobernable e indómito; una multitud rebelde, una multiplicidad de conciencias y de subjetividades que confluyeron en una sola explosión, transformándose prácticamente el pueblo, en un ente con conciencia propia al que solo se le pudo poner freno con sangre y fuego.
El Estado, sus ejércitos y policías, lo único que hicieron fue cumplir con sus funciones: Reprimir a la sociedad, controlarla, dominarla, someterla y preservar a punta de fusil el insostenible orden de la explotación.
En esos días de contradicciones agudizadas se demostró la verdadera naturaleza de todas las instituciones de la desigualdad. El Estado demostró fehacientemente, cómo para éste el derecho a la “vida” siempre había estado muy por debajo del derecho a la “propiedad”. El 27 F bienes, propiedades y riquezas, se situaron por encima de la vida humana.
Habría que recordar todo el horror, ¡PROHIBIDO OLVIDAR! En el río Guaire flotaban cadáveres. Todo Bello Monte apestaba pues la morgue no se daba abasto, las fosas comunes proliferaban por doquier, pasaban camiones cargados con urnas, los bloques del 23 de enero parecían un colador, se les disparó hasta con armamento pesado, con armas de guerra, con las armas con las que se ataca a un ejército invasor. Niños muertos en las calles por una lata de atún. Niños muertos en sus apartamentos solo por vivir en una zona humilde. Luego el toque de queda, los asesinatos, los desaparecidos, las torturas, los ajusticiamientos policiales de cuanto líder comunitario o personaje “izquierdoso” tuvieran en sus archivos. Todavía no se sabe el número exacto de muertos, el Estado solo admite 266, pero el pueblo sabe bien que fueron más de dos mil, el pueblo conoce bien su dolor.
En esos días el Estado demostró de una manera especialmente descarada los valores que siempre había sostenido de una forma relativamente agazapada: La propiedad vale más que la vida.
En esos días el Estado demostró como lo único que había hecho siempre era velar por los “derechos” de los propietarios de explotar al pueblo, de someterlo al hambre y a condiciones de vida infrahumanas;
En esos días se demostró como este monstruo opresivo, torpe, parasitario, autoritario y burocrático que es el Estado no existe para velar por nuestra “seguridad” física, aún menos por la seguridad alimentaria de las personas, no existe para garantizar nuestro bienestar ni aún menos para liberarnos de “la barbarie” y el “caos” en el que se vería envuelta la sociedad sin sus “cuidados”, ¡NO!.
En esos días se demostró como la barbarie, el caos y la muerte no eran inherentes a la sociedad, sino que fueron llevados sistemáticamente por el Estado. El pueblo rompió vidrieras y el Estado por su parte consideró que estas valían más que sus vidas. Este demostró como su razón de ser y para lo que existe es para preservar la explotación del hombre por el hombre, que el Estado es el que vela por los verdaderos saqueadores. Esos que nos saquean nuestros recursos naturales, que nos saquean a diario el fruto de nuestro trabajo y que a largo plazo nos saquean nuestras vidas, convirtiéndonos en esclavos que producimos para su obsceno bienestar.
En esos días el Estado demostró como se imponía el “derecho” de los comerciantes de continuar acaparando alimentos, para especular con los precios, al “derecho” que puedan tener las personas a su propia alimentación.
En esos días de contradicciones revelandose, el Estado demostró al servicio de quién esta realmente, no solo demostró que no lo necesitábamos para orientar la sociedad por caminos virtuosos, pues obviamente bajo su tutela es que se llegó a los extremos de descomposición, desigualdad y desesperación que llevaron al 27 F, sino que también demostró que existe para oprimirnos y velar por la preservación de los privilegios; pues no conforme con guiarnos sistemáticamente a la miseria nos obliga a punta de fusil a aceptar el saqueo cotidiano del que somos victimas y nos acribillan al primer intento de subvertir ese orden.
En esos días se observaron todas las complicidades de este decadente sistema, todos buitres del mismo festín sangriento: los oligarcas, los políticos, la iglesia y los medios de comunicación, todos aliados para explotar y seguir sometiendo al pueblo.
En esos días se observó como los medios de comunicación nacional y la Iglesia, hacían llamados a la “reconciliación nacional”; esos guardianes del pudor que santifican éste desigual orden de cosas y que se inmutan ante el hambre y la miseria, esos que señalan con sus largos dedos cual es el bien y cual es el mal, qué está prohibido y que permitido, a esos hipócritas mercenarios de la moral, se les observó, después de semejante masacre como hablaban de que la “paz” había retornado.
¿Cuál paz? ¿La de las fosas comunes o la del retorno a la explotación y a la miseria de los sobrevivientes?
En esos días se respiró el alegre aroma de las parrillas en las Barriadas (un olor poco frecuente por esos lares); En esos días muchos pudieron acceder a los bienes que ellos mismos producen a diario, pero que los oligarcas y sus lacayos: el Estado, las leyes, los policías, los jueces, los militares, los curas y los medios de comunicación, les tienen prohibido su acceso.
Para estas instituciones de la desigualdad el pueblo solo puede ser esclavizado y obedecer pasivamente a sus explotadores, cualquier insumisión, o rebeldía, cualquier intento de retomar lo que les pertenece y es el fruto de sus trabajos, será castigado con la muerte. Tal y como demostraron esos terribles días.
Mientras estas instituciones existan siempre habrá explotación y siempre se castigará con la muerte cualquier revuelta popular.
Solo superando el Estado se podrá superar también la explotación que éste tanto santifica y protege; Pues el Estado es el garante del orden capitalista. Solo demoliendo todas las estructuras del poder y todas las instituciones de la desigualdad, se podrá dar paso al reino de la libertad y la igualdad y dar rienda suelta a los insospechados poderes creativos del pueblo.
Impulsemos la organización popular, construyamos las bases de una nueva sociedad basada en la solidaridad, en la cooperación, en el respeto, en la responsabilidad, en el apoyo mutuo, en la libertad y en la igualdad. Volvamos al espíritu creador y autoorganizado del 27 de Febrero para que podamos cambiar el mundo.
¡¡¡DETENGAMOS EL SAQUEO DEL CAPITALISMO!!!
¡¡¡PONGAMOS FÍN A SU PERRO GUARDIÁN: EL ESTADO!!!
¡¡¡TODO EL PODER PARA EL PUEBLO!!!
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