Ni pasarán, ni volverán.
El Jueves 21 de
Marzo el movimiento popular organizado se auto convocó para resguardar el CNE
de las payasadas de los hijos de la burguesía y para dar por iniciada la
CAPHUCHA, Campaña Popular Hugo Chávez. Sin embargo los manitos blancas, los
hijos del privilegio, los pupilos de los teóricos del egoísmo, salidos de las
colinas de las cumbres de alto arriba y de las más exclusivas y excluyentes
urbanizaciones del Este del Este, no
pudieron pasar tan siquiera al centro
de la ciudad; El pueblo, espontáneo y auto-organizado se los impidió. Obreros,
moto-taxistas, buhoneros, trabajadoras y trabajadores que hacen vida en la
zona, secretarias y transeúntes, se unieron contra el afán de sabotaje de los
privilegiados estudiantes de las costosas universidades privadas y privativas.
Como si fuese un
27 de febrero en miniatura, como si fuese un pequeño 13 de abril, los hijos del
pueblo se plantaron en espontánea barricada y en un solo grito dijeron: ¡El
Fascismo no Pasará!
…Y el fascismo
no pasó. Como en un desierto, las organizaciones y colectivos del movimiento
popular se quedaron en las puertas del CNE, a la espera de consentidos niños
ricos y de sus arrebatos de malcriadez. Sin embargo no se les vio ni en el
horizonte. Los estudiantes manitos blancas, los hijos de los patronos, en sus
incursiones turísticas al centro de la ciudad se toparon con un dique
infranqueable de colores democráticos, un pueblo consciente, caribe, cimarrón y
rebelde; un pueblo que está harto de los atropellos y de los abusos de la
burguesía. Un pueblo con autoestima que vuelve a afirmar como decía en 1814 “Este
pueblo esta aíto de marqueses y pelucones”
Desde las diez
de la mañana, diversas organizaciones del movimiento popular habíamos comenzado
a hacer presencia en la Plaza El Venezolano, para luego movilizarnos hasta las
instalaciones del CNE con el objeto de frenar cualquier acto de sabotaje y show
mediático autocompasivo que nos pudiese tener preparado el departamento de
Estado de U$A por medio de sus cusurros teledirigidos, los hijos del
mantuanaje, los aspirantes a amos, los herederos del valle, ajenos habitantes
de las colinas más encumbradas, los estudiantes manitos blancas…
Pero el
movimiento popular se quedó tan solo en la compañía de funcionarios y policías.
Los manos blancas nunca pudieron llegar a la cita. Nos quedamos a su espera.
Los manos blancas, aventurándose en una ciudad que les resulta tan ajena como
ellos le resultan a la ciudad, se encontraron con un muro de mil rostros, esas delicadas
manos blancas que nunca han trabajado, se toparon con manos trabajadoras, las
manos agrietadas y callosas de los pardos, los zambos, los mulatos, los negros
y los indios, manos laboriosas y rebeldes que están dispuestas a ser libres,
manos de quilombo y cumbe que no se dejarán encadenar nuevamente.
En las afueras
del CNE se agitaban las consignas. “A Estudiar, a Estudiar, el que no estudie a
manos blancas va a parar”. En la calle se agitaban los ánimos. “¡Que no se
equivoquen, que estamos de a toque!”
Pero ejercitamos
un poco la memoria de las luchas de los estudiantes. Repasemos la historia
reciente. En los años 80 y 90, lo recuerdo bien, cuando el movimiento
estudiantil salía a protestar, que lo hacía por reivindicaciones concretas,
tenía que enfrentar a la policía, no al pueblo. Los burgueses permanecían en
sus casas mientras los pobres luchaban en las calles sin salir en la tele.
Entre gas lacrimógeno y perdigones con clavos, entre balas de armas cortas y
largas, cargando con sus muertos y heridos, con sus desaparecidos y torturados,
el movimiento estudiantil de ese entonces se abría paso en sus protestas…
Hoy en día,
ciudad y tiempo de locos, los ajenos hijos de la burguesía, salen alentados por
todos los medios privados de comunicación a montar su pataleta ante el temor de
ver sus intocables privilegios desplazados. La Policía no los reprime, los
protege. La policía se ve obligada a formar piquetes y barricadas para
defenderlos y mantenerlos prudentemente separados de la risa, la rabia y el
dolor de los hijos del pueblo. La policía tiene que escoltarlos de un pueblo que
se deslastra de sus viejos amos y de sus herederos hijos, de un pueblo que no
los quiere ni los soporta; Este pueblo en revolución, pueblo resteado y en pié
de lucha, que se les planta y les dice fuerte y claro: ¡NO PASARÁN!
Con el rabo
entre las piernas, los burgueses retornaron derrotados a sus lujosas
urbanizaciones y sus privilegios. Mientras en las calles del pueblo lo que se
escucha es un solo grito: ¡Victoria popular! ¡Ni Pasarán Ni volverán!